Según los requisitos de la filosofía clásica, en Grecia la belleza iba de la mano con la moral. Un cuerpo bien formado era sinónimo de ser un buen ciudadano. Los cánones de belleza griega no toleraban ni la grasa ni los senos voluminosos. Los hombres practicaban muchos ejercicios y durante muchas horas para alcanzar el modelo de la perfección estética.

Higiene personal

Además de mantener sus cuerpos en excelente condición física, siguiendo un exigente programa de ejercicios, los antiguos griegos se preocupaban mucho por la higiene personal. Después del ejercicio, se limpiaron bien la piel, pero no con agua y jabón, sino untándola con aceite, arena, ceniza y piedra pómez.

Los atletas están representados con sus implementos de belleza en las pinturas de los jarrones. Los accesorios necesarios eran pequeños recipientes con aceites aromáticos, que se ataban a la muñeca del deportista o colgaban de la pared. Las colecciones de los Museos en Grecia incluyen muestras de fragancias y docenas de estas botellas hechas de arcilla o alabastro, en varias formas y con una decoración ornamentada.

Otro accesorio que llevaban los hombres, era una varita con forma de cuchara larga y plana de metal, que usaban para quitar el aceite y el polvo de la piel. Los aceites esenciales de almendra, rosa, lavanda, mejorana y canela, entre otros, se utilizaron como lociones limpiadoras, desodorantes y colonias.

Entrenamiento y masaje

El entrenamiento era seguido de un masaje grupal para aliviar los músculos cansados y la recuperación del cuerpo. Los médicos de la época recomendaban un baño en agua fría, para el rejuvenecimiento del alma y del cuerpo. También eran comunes los baños de vapor con agua calentada con carbón o piedras calientes, así lograban que en el cuerpo no hubiera rastro alguno de grasa y que se mantuvieran la figura grácil y la piel tersa. Las instalaciones de los antiguos baños públicos griegos eran más sencillas que las romanas; algunas, como las de la antigua Olimpia, sobreviven hasta nuestros días. 

La belleza de la mujer griega

Para las mujeres la perfección estética consistía en además de tener senos pequeños y fuertes, poseer un cuello fino y esbelto y los hombros proporcionados. La piel clara era una “marca” de una mujer casada, y que pasaba la mayor parte del tiempo en su casa, aunque se consideraba que el color de la piel de la cara debía ser pálido, ya que era reflejo inequívoco de pasión y la pureza.

El bronceado, por otro lado, a menudo se identificaba con los esclavos, que pasaban mucho tiempo al aire libre trabajando en los campos.

La piel blanca pálida requería muchos y peligrosos sacrificios de una mujer. Para pintarse la cara y el cuello utilizaron tiza, pero también ingredientes más tóxicos, como plomo y arsénico. En las mejillas se ponían  rubor, un cosmético menos inocente elaborado no solo con materias primas vegetales (bayas), sino también con polvo mineral como el cinabrio, un sulfuro de mercurio y azufre.

La apariencia símbolo de pureza

La apariencia sin pretensiones era un símbolo de pureza para las mujeres de ascendencia aristocrática, mientras que el maquillaje era un signo de deshonestidad, digno de una mujer de compañía. Además de ponerse cosméticos y perfumes, las mujeres de compañías se teñían  el cabello y se vestían  de manera provocativa, a diferencia de las mujeres casadas, que adoptaron una imagen más natural.   

Las mujeres de las clases altas se diferenciaban de las esclavas, llevando el cabello largo y peinándolo en trenzas y moños intrincados y muy sofisticados. Los peinados, representados en el arte griego, sugieren que tanto las mujeres como los hombres ungían su cabello con aceite y lo rizaban, posiblemente con la ayuda de una plancha para el cabello hecha de una caña llena de cenizas.

El cabello rubio simbolizaba la belleza en su plenitud. Los hombres en particular parecen haber ideado métodos naturales de teñido, utilizando vinagre, jugo de limón y azafrán para aclarar el cabello y parecerse a  Aquiles y otros héroes famosos de la mitología griega.

Las mujeres se afeitaban para eliminar el vello corporal, mientras que las barbas de los hombres eran un signo de madurez y edad adulta hasta la época romana, cuando se introdujo el afeitado.